jueves, 10 de septiembre de 2015

De juventud: De amor y desamor: Poemas a Pilar

POEMAS A PILAR

ANTES DE TI

Como el cráter de un dormido volcán
en el que sólo florece el basalto.

Como el último suspiro de un reo
al que van a subir al cadalso.

Como la estrecha lámina de plomo
que aísla al muerto en su catafalco.

Como aquellos negros nubarrones
que esconden el rostro del pico más alto.

Como ese terrible sol de plomo
que funde cerebro y asfalto.

Como el vuelo de un pájaro herido
que pierde el rumbo durante la noche;
como el lobo que lanza su aullido
y frente a la luna el cuerpo encoge.

Como el agua que lava la cara
a la última hoja de ese olmo viejo;
como el hilo que tejen las Parcas
que siempre creíste sería eterno.

Como el rostro surcado de arrugas,
lluvias, sol y sufrimientos;
como el niño que recaba ayuda
y termina hallando un escarmiento.

Como el ojo reseco de un tuerto,
como la inventada mano de un manco,
como la vida que huyó de un muerto,
como esa pata que le falta al banco.

Como el triste marco de un espejo roto,
como la vieja foto del álbum familiar,
como el ruido que hace, al pasar, una moto,
como el grito que rompe la paz del hogar.

Como el perro que enseña los dientes,
como el gato que eriza su lomo,
como el golpe que zumba en las sienes,
como la muerte, como la vida, como todo.

Ángel F. García
Marzo 1984 


Y EN TUS OJOS VI EL CIELO

El sendero, antaño de esmeralda saturado,
yacía hoy bajo el argénteo manto
del cruel y gélido general invierno.

Paso tras paso hasta la anhelada cima,
un resbalón que tuerce el pie y el gesto,
un ¡ay! contenido, un suspiro y el cielo.

Un jadeo que resuena en el silencio,
el ritmo agitado de un respirar sin aliento
y un brazo amigo que estrecha tu cintura.

Con la ayuda que encuentras a tu vera
ensayas de vencer en la porfía
y escondido el rostro en el hombro
te alegras de que al fin muera la vía.

¡Cómo poder recomponer este momento!,
el sinfin de imágenes cautivas
que circulan por el tenue firmamento
de tu mirada escondida.

Aparté de un soplo el leve velo
que a mi vista te ocultaba
y en tus ojos vi el cielo
y en los míos... la esperanza.

Ángel F. García
Marzo 1984 


DE ESPINAS DE UNA ROSA PERFUMADA

Te pedí que acogieses en tu seno
el dulce dolor del corazón mío.
Mas, ahora que estoy por tí de amor lleno,
dices que tu favor ya lo he perdido.

He olvidado en una esquina del alma
la visión de mi cuerpo destrozado,
ya no sé si podré vivir con calma
pues de ti seguiré estando enamorado.

He perdido la ilusión y las risas
que antaño alegraban mis momentos
de tristeza y dolor; ya mi sonrisa
dejó su lugar al sufrimiento.

He dejado en un recodo del camino
mi pobre bagaje de enamorado,
siempre fue la fuerza del destino
la que terminó matando al soldado.

¡Ay!, soldado del ejército de Amor
que en las duras batallas de los celos
perdiste tú la vida y tu valor
ya a nadie producirá desvelos.

Luchaste como un bravo en la batalla,
defendiste tu honor con entereza
y ha segado tu vida la canalla
que provocó tu amor y tu tristeza.

No queda de tu vida más que un soplo 
y aún quieres lidiar en la contienda,
no sientes en tus carnes el escoplo
de aquella que mora en tu vivienda.

De aquella que, portando su guadaña
ha venido a este campo castellano,
sentada en una silla de espadaña
ríe y me tiende su descarnada mano.

Me recoge y me envüelve en su manto,
rojo de sangre y de descanso eterno,
tras de mí queda una estela de llanto
pues pasé del verano al invierno.

No verán mis ojos la primavera,
no oiré el canto alegre de la cigarra,
no sentiré el tibio gozo de la espera
de Amor mientras palpita mi alma.

No volveré a espïar el ágil vuelo
del pájaro que anida en tu ventana.
Estaré vigilando desde el cielo
para verte salir cada mañana.

Ese amor que repartes cada día
es la causa de mi muerte inclemente,
es la herida que en la crüel porfía
surcará de mil arrugas tu frente.

La vida irá sembrando tu camino
de espinas de una rosa perfumada,
es la condena que marca el destino
por no querer amar y ser amada.

Te pedí que acogieses en tu seno
el dulce dolor del corazón mío.
Mas, ahora que estoy por tí de amor lleno,
dices que tu favor ya lo he perdido.

Ángel F. García
Mayo 1983

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