Se consume en la hoguera
mientras ígneas estrellas
se elevan hacia el oscuro
firmamento
de mi noche de invierno.
Arde.
Crepita y sisea.
Huye contoneándose hacia la nada
en volutas de humo gris y blanco
a la par que muestra el corazón,
hendido por el hierro,
esparcido por el suelo del hogar.
Arde.
Y su calor funde el hielo
de mi sangre.
Arde.
Y su calor traspasa las corazas
de la piel.
Arde.
Siento que arde y me consume.
Arde.
Lamento ser poco más
que el humo de la hoguera.
Arde.
Bajo las frías cenizas
se escucha un leve latido;
algo muerto, ennegrecido,
esconde entre sus miserias
un corazón encendido.
Arde.
A pesar de todo, arde.
Angel F. García
Octubre 2014
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