buscan su cama de plata.
Las aristas de la sierra
cortan la tarde escarlata.
Como un gemido postrero,
de entre las peñas destacan
brillantes haces de luz
que mortecinos acaban.
En batalla con las sombras,
llanos, montes y quebradas
van doblando la rodilla
ante la noche cerrada.
Bajo el influjo del sueño
se diluyen en la nada
mientras esperan, ansiosos,
que llegue la madrugada.
Angel F. García
Septiembre/Octubre 2014
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